Hoy entrevistamos a Violeta Garín, nuestra asesora experta en impulsar el pensamiento innovador y con una rica trayectoria en diversos campos como la Historia del Arte y la Gestión Cultural.
¿Quién es Violeta Garín?
Violeta se describe como “una humanista infiltrada en el mundo de la innovación y la tecnología».
Tiene un amplio recorrido profesional, es experta en impulsar el pensamiento innovador en diversas organizaciones. Es licenciada en Historia del Arte y Máster en Gestión Cultural, profesora invitada en EDEM, centrándose en emprendimiento, creatividad e innovación. Su experiencia laboral en países como Alemania, Países Bajos, y Estados Unidos, se destaca en comunicación estratégica, dirección de proyectos y desarrollo de negocio. Violeta promueve el emprendimiento como herramienta clave de aprendizaje, colaborando con proyectos a nivel nacional e internacional para fomentar habilidades empresariales en jóvenes, personas migrantes y personas en desempleo.
“Tenemos que dejar de ver la cultura simplemente como un consumible más dentro de esta lógica turbo-capitalista.”
¿Cuál crees que es el papel de la cultura en este mundo desafiante y cómo puede influir en nuestra comprensión y adaptación a los desafíos globales?
En este mundo desafiante, la cultura tiene un papel esencial; puede influir profundamente en nuestra comprensión del mundo y de la sociedad, así como en la forma en la que podemos adaptarnos a los desafíos globales. Artísticamente, por ejemplo, una canción o una obra de arte puede hacernos comprender una cosmología entera de un momento histórico concreto, un mundo que está detrás de esas expresiones creativas. Me fascina cómo las imágenes o las canciones nos permiten, con solo un vistazo o una escucha, entender un mundo más grande detrás de ellas. Esto es lo que Hegel llamaba «Zeitgeist», el «espíritu de un tiempo».
La cultura proporciona todo esto y es muy importante en una sociedad como la actual porque, a pesar de que vivimos en una era muy innovadora y tecnológica, las estructuras sociales y muchas historias se repiten. Como mencionaba, la cultura nos da este bagaje, una visión crítica general que nos permite deconstruir la realidad para que no nos resulte apabullante o desesperante; para que no nos anule como ciudadanos y ciudadanas. La cultura nos empodera, de alguna manera, para enfrentarnos a los desafíos actuales y futuros.
¿Qué rol deben jugar las startups tecnológicas en la promoción y preservación de la cultura local y global?
El rol de las startups tecnológicas en la promoción y preservación de la cultura es, sin duda, una asignatura pendiente que debemos abordar cuanto antes. Precisamente por ello valoro tanto el proyecto de Artgonuts y admiro a las personas detrás de él, que lo están haciendo realidad. No es que lleguemos tarde, pero sí es imperativo comenzar a unir estos mundos tecnológicos y culturales lo más pronto posible.
La cultura, que históricamente ha requerido del apoyo y patrocinio estatal para asegurar su supervivencia, no debe ser exclusiva del ámbito público. Es saludable que haya iniciativas privadas que busquen poner en valor y destacar nuestro patrimonio. En este contexto de alta competitividad en la economía global, la cultura en Europa es una de nuestras apuestas más fuertes como valor diferencial.
Las startups tecnológicas pueden jugar un papel importantísimo en este ámbito. Crear negocios con la cultura como base es clave, pero debe hacerse correctamente. Debe evitarse cualquier mercantilismo que pueda ser perjudicial o que resulte en la explotación desconsiderada y cortoplacista de nuestro patrimonio.
Creo que es esencial que el sector privado y las personas emprendedoras tomen la iniciativa de trabajar con la cultura, para promoverla, rentabilizarla y cuidarla. Las alianzas público-privadas son muy prometedoras en la protección y promoción de los recursos culturales. Las startups, con su agilidad y rapidez en la toma de decisiones, pueden complementar a los estados, que tienen estructuras más grandes y conservadoras, y juntos pueden formar un binomio muy interesante, protegiendo la cultura y al mismo tiempo atreviéndose a innovar en cómo nos acercamos y disfrutamos de ella.
¿Cuál es el papel de la innovación en la intersección entre tecnología y cultura?
El papel de la innovación en la tecnología y la cultura es clave para cambiar nuestra mentalidad. Tenemos que dejar de ver la cultura simplemente como un consumible más dentro de esta lógica turbo-capitalista. Estamos observando cómo este modelo se está agotando y cómo ciudades por toda Europa están saturadas, lo cual está afectando la calidad de vida de las personas. Fenómenos como la turismofobia nos están enviando un mensaje que no podemos ignorar.
La innovación y la tecnología pueden ayudarnos a transformar la cultura en algo disfrutable y protegible, más que un mero consumible. La innovación puede guiarnos hacia un consumo de la cultura más sosegado y consciente, yendo más allá de la capa superficial que nos ofrece el consumismo actual. Podemos pasar de hacer ‘checks’ —es decir, marcar nuestra visita en los sitios más instagrameables— a realmente aprender e interiorizar lo que la cultura tiene para ofrecernos. La tecnología nos puede ayudar a hacerlo, dándonos acceso remoto a contenidos culturales de alto valor y permitiéndonos volver a ellos sin necesidad de estar físicamente presentes.
¿Qué prejuicios existen sobre la inversión en cultura?
Hay distintos niveles y actores a analizar en esta pregunta. Una de las capas importantes es la que corresponde a los propios creadores. Es esencial que se liberen de cualquier complejo respecto a su arte y a lo que hacen, y que reconozcan que, además de un valor cultural incalculable, su obra puede tener un valor de mercado significativo. Los creadores deben aceptar esto sin miedo ni prejuicios, entendiendo que asumir que su arte tiene valor comercial es algo que el sector de la música, siendo una de las verticales de la cultura más comercializadas, ha hecho desde hace tiempo. Creo que los demás creadores harían bien en adoptar esta perspectiva sin prejuicios, ya que, cambiando la visión, es posible que las cosas empiecen a cambiar. No es una garantía de éxito de cada proyecto, pero es un primer paso necesario.
Los gestores culturales, quienes están en el siguiente nivel después de los creadores, también deben asumir esta realidad y reconocer el valor de la cultura. En mi opinión, la noción de cultura gratuita a menudo perjudica a aquellos que intentan forjar una carrera profesional en la gestión cultural. Esto no significa que no deban existir iniciativas públicas de calidad que aseguren el acceso a la cultura para todos los ciudadanos y ciudadanas, pues esto es un servicio público esencial en democracia. Sin embargo, es importante también dejar espacio para que el sector privado pueda desarrollarse, permitiendo que asociaciones, pequeñas empresas culturales, promotores y artistas tengan un lugar en lo que podría considerarse nuevas industrias culturales y creativas, y que puedan vivir de manera digna de su profesión.
A veces, se percibe un cierto canibalismo cuando es difícil competir con un sector público que ya ofrece cobertura en todas las áreas de la cultura. Por tanto, es crucial encontrar un equilibrio entre el respaldo incondicional y constante del estado hacia la cultura y al mismo tiempo promover y dejar espacio para iniciativas privadas.
Por último, también existen prejuicios hacia invertir en cultura. Es fundamental distinguir que no todos los proyectos rentables son necesariamente proyectos atractivos para la inversión. Puede haber empresas que generen ganancias y aporten valor significativo a su nicho de mercado y que realicen un trabajo excelente, pero eso no implica que sean atractivas para inversores e inversoras. En el mundo de las startups, estamos familiarizados con las rondas de financiación y el interés que deben despertar en el capital de riesgo. Los inversores buscan, por encima de todo, proyectos que no solo sean rentables, sino que también sean escalables, lo que significa que pueden crecer rápidamente y generar retornos sustanciales sin que necesariamente crezcan los costes de producción o comercialización.
No todos los negocios culturales son susceptibles de inversión. Sin embargo, aquellos que sí lo son deben tener la oportunidad de acceder a recursos y tener visibilidad en el ecosistema de inversión de startups. Ya se está reconociendo una vertical específica en este ámbito, conocida como ‘cultech’, al igual que existen otras como ‘edtech’, ‘insurtech’, ‘fintech’, o ‘biotech’. Creo que ‘cultech’ ganará relevancia, especialmente en un continente como Europa, que debe realizar una apuesta decidida, tanto desde el sector público como el privado, por la cultura y por la gestión sostenible de sus recursos culturales. Sin duda, esta tendencia cobrará mayor importancia con el tiempo.
¿Cuál crees que es el papel de las comunidades locales en la definición y preservación de su propia cultura dentro de un entorno tecnológico en expansión?
Las comunidades locales son fundamentales como creadoras y gestoras de sus propias iniciativas culturales. Los emprendedores locales, conocedores de su contexto, son capaces de identificar los desafíos y necesidades específicos y diseñar soluciones pertinentes. De esta forma, surgen propuestas orgánicas de ideas de negocio que emergen directamente de la comunidad.
Si los emprendedores son externos y quieren tener éxito con sus ideas de negocio, deben analizar a la comunidad a través de investigaciones exhaustivas, convirtiéndose en una especie de detective o sociólogo capaz de entender profundamente las necesidades de una comunidad. Este enfoque es clave porque el acto de emprender no proviene simplemente de una ‘gran idea’ que aparece de repente, sino de un proceso meticuloso de observación, investigación y comprensión de un segmento de mercado o comunidad.
Además, las soluciones no deben ser meras respuestas impulsivas a problemas percibidos, sino el resultado de un diálogo activo y una colaboración con la comunidad, asegurando que las iniciativas sean auténticas y sostenibles a largo plazo. La idea es que las personas emprendedoras trabajen codo a codo con la comunidad para diseñar soluciones que atiendan tanto a sus necesidades culturales como a sus aspiraciones dentro del panorama tecnológico que nos rodea. Al final, son las comunidades las que validan, enriquecen y perfeccionan los proyectos. Sin su participación activa en el diseño de los negocios es imposible alcanzar el éxito sostenible.
3 recomendaciones culturales:
Artículo: “La cultura ya no es innovadora ¿Por qué?”.
Libro: “Nueva ilustración radical” de Marina Garcés
Festival: Formentera Jazz Festival